domingo, 20 de abril de 2014

Estúpido juego.

Pensaba que con el paso del tiempo no se volvería a repetir la misma historia, y estoy de acuerdo en que me equivoque. Solo que esta vez duele más.

Me amoldaba a ti, estaba acostumbrada a ti, te daba todo lo que me pedías. Me creía cada una de tus palabras, las cuales hacían que mis sentimientos crecieras más y más por ti. Fui una estúpida tonta por creerte, me advertiste y como una niña caí en tu juego.
¿De quién es la culpa? Quizás tuya, tal vez mía, de los dos o de ninguno no lo sé de lo única que estoy segura es que cada vez que un recuerdo viene a mi mente el corazón se me achucha un poco más y las lagrimas afloran en mis ojos.
Y aun así después de todo sigo con mi estúpida impresión de que lo he aceptado, de que podemos ser amigos aunque mi corazón sigue sintiendo, mis labios buscándote, y mis ojos observándote.

El mismo debate de siempre.

Al fin y al cabo nuestra cabeza suele tener razón, pero por algún extraño motivo nos dejamos guiar por lo que dice nuestro corazón.
Vamos por la vida con una estúpida armadura pensando que jamás sentiremos dolor de esa manera, hasta que llega alguien que poco a poco consigue quitarte esa estúpida capa de hielo. Te entregas totalmente, piensas que todo va a salir bien. Tienes miedo de que todo sea tan perfecto, piensas que es un sueño.


Una noche te acuestas con una sonrisa de oreja a oreja, al día siguiente te levantas con el corazón en un puño. Todo lo que sentías, todo lo que escuchabas y pensabas… Esa extraña montaña de recuerdos y sentimientos ha desaparecido y solo te queda hacerte una pregunta “¿por qué?” Das miles y miles de vueltas a la pregunta esperando obtener una respuesta, la cual no encuentras y vuelves a repetirte de nuevo la pregunta  “¿por qué?”